Ricardo III: la versión del villano

Texto: Daniel Fernández de Lis. Autor del libro Los Plantagenet. Creador del blog Curiosidades de la Historia.

Fotos| Archivo del autor

Diseño del logo del blog: Juan Pérez Ventura. @VENTURAgraphs  

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Leicester, 20 de agosto de 1485

Tras informarme de las costumbres del rey Ricardo III he decidido acercarme a él a la salida de la misa a la que, como siempre que está en Leicester, ha acudido en la iglesia de St. Mary de Castro. Cuando llegué, todavía no habían concluido los oficios, por lo que entre en la capilla y pude observar durante unos minutos al monarca. Me sorprendió el fervor con el que seguía todo el ritual y el gesto de arrobo con el que recibía la comunión, al que siguió una ardiente plegaria que pronunció en voz inaudible y con los ojos fuertemente cerrados.

Nuestra entrevista transcurre mientras caminamos desde la iglesia hacia el ayuntamiento de la ciudad, junto a la catedral.

 

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Iglesia de St. Mary de Castro

 

– Su padre Ricardo Plantagenet, duque de York y pretendiente al trono de Inglaterra, murió en la batalla de Wakefield en 1460 junto con su hermano Edmudo. ¿Qué supuso para un niño de ocho años perder a su padre y a un hermano mayor y tener que huir al destierro?

– Fue un momento muy duro, aunque al principio todo era muy confuso. Eran tales las prisas por cruzar el Canal que tardé un poco en asimilar que había perdido a mi padre. Creo que fue durante la travesía cuando empezamos a ser conscientes de lo que había sucedido y que nunca más volveríamos a verle.

– Hábleme un poco más de su padre. Hay quien critica que por su ambición al trono iniciara una guerra que dura ya casi treinta años y en la que han muerto muchos compatriotas. 

– Inicialmente mi padre no deseaba el trono. Le recuerdo que cuando en enero de 1454 se le nombró Lord Protector del Reino fue porque el rey Enrique VI había sido víctima de una enfermedad mental que le incapacitaba para dirigir el país. Por Dios, si no pudo reconocer ni a su propio hijo cuando nació. Durante su mandato mi padre reforzó las defensas de Calais, consiguió la paz en el norte del país y puso orden en las finanzas del reino.

En nuestro camino hacia la catedral hemos pasado por debajo del arco conocido como Turret Gateway y hemos dejado a nuestra derecha el imponente Newarke Gateway.

 

 

Pero Enrique VI recuperó la cordura a finales de 1454. ¿Por qué inició su padre la guerra en St. Albans en mayo de 1455?

– Eso no sucedió exactamente así. Cuando Enrique recuperó el sentido comenzó a tomar medidas dirigidas a deshacer todo lo realizado por mi padre durante su mandato y contra las personas que le habían apoyado. El traidor duque de Somerset, al que mi padre detuvo y quiso someter a juicio fue liberado y volvió a ser el principal asesor del rey. El duque de York fue convocado a un consejo en Salisbury en el que se le iban a pedir cuentas y su futuro se presentaba muy negro.

Y por eso se provocó la batalla de St. Albans.

– No, ni mi padre provocó el enfrentamiento ni lo sucedido en St. Albans fue una verdadera batalla, sino un simple incidente. Sus tropas  llegaron a Royston el 20 de mayo. El duque de York escribió al arzobispo de Canterbury aclarando que no albergaba ninguna deslealtad hacia el rey, que sus tropas eran para sumarlas a la seguridad del monarca. Pidió que se transmitiera al rey su fidelidad. Es más al día siguiente escribió al rey en los mismos términos («Muy Cristiano Rey, poderoso y Muy Alto Príncipe y nuestro muy formidable Sr. Soberano»). Pero el traidor Somerset interceptó las cartas y no llegaron al monarca. Eso provocó el incidente de St. Albans.

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Ricardo Plantagenet, duque de York

– Es la segunda vez que califica lo ocurrido en St. Albans como «incidente» y no como batalla. Pero allí se produjeron muertos. 

– También en las riñas de taberna hay muertos, y eso es más o menos lo que sucedió en St. Albans. Mi padre pidió ser recibido por el rey y que le entregasen a Somerset para ser juzgado. El rey le ordenó retirarse o él y sus seguidores serían colgados y descuartizados.En ese momento, el duque de York dijo a sus hombres que prefería la muerte al deshonor, a la vergüenza y a la pérdida de sus bienes para ellos y sus herederos. Se lanzo al ataque y ganó, pero el número de fallecidos no llegó a cien. Es cierto que entre ellos estaba el duque de Somerset. Pero aún así mi padre no reclamó el trono, sino que reiteró su fidelidad a Enrique y le escoltó a Londres. Y allí fue traicionado y Enrique se desdijo de todo lo acordado. «Eso» es lo que empezó la guerra.

– No quiero perderme en todas las idas y vueltas de la guerra entre los York y los Lancaster, sino centrarme en su vida. Supongo que la muerte de su padre le unió mucho con sus hermanos Jorge y Eduardo. 

–Sí, pero de manera diferente. Eduardo se vio obligado a madurar repentinamente porque se convirtió en duque de York y en cabeza de la familia y su pretensión al trono. Jorge y yo estábamos más cerca en la edad y en los sentimientos. Digamos que Eduardo se convirtió en un referente casi paterno para mí, mientras que con Jorge compartí muchos momentos y puede decirse que durante un tiempo fue mi mejor amigo.

– Y esa relación de admiración por Eduardo supongo que se vería ratificada cuando consiguió la corona.

– Yo idolatraba a mi hermano y cuando se convirtió en rey tuve la suerte de que confiara siempre en mí. Me convertí en su mano derecha en asuntos militares en el norte. Sé que lo que ocurrió después ha levantado muchas habladurías, pero se diga lo que se diga sobre mí, cualquiera que me conociese en vida de Eduardo no podrá sino decir que mientras él fue rey yo fui su súbito más fiel y leal.

– Ahora voy a tocar un tema delicado. Ha dicho que su hermano Jorge fue durante un tiempo su mejor amigo. ¿Cómo pudieron torcerse las cosas hasta el punto de que fuera detenido y ejecutado?

– Eduardo tuvo con Jorge más paciencia de la que ningún rey haya tenido con un súbdito, hermano suyo o no. Le perdonó sus devaneos con el conde de Warwick, sus maniobras para impedir que yo me casara con Anne Neville…

– Perdone que le interrumpa. ¿Puede aclararme esto último?

– Jorge se había casado con Isabel Neville, la hija del conde de Warwick, el hombre que más había ayudado primero a mi padre y luego a mi hermano en la lucha por la corona. Pero cuando Eduardo hizo caso omiso de los consejos de Warwick sobre la búsqueda de una esposa en la realeza europea y se casó con Isabel Woodville, Warwick montó en cólera y se pasó al bando de los Lancaster hasta que murió en la batalla de Barnet. Yo tenía intención de casarme con la hija de Warwick, Anne, pero Jorge se autodesignó cabeza de la familia Neville como esposo de la hermana mayor de Anne. No solo se opuso a mi unión con Anne, sino que llegó a tenerla secuestrada. Tuve que liberarla.

– De acuerdo. Le había interrumpido cuando enumeraba todo los males que Eduardo perdonó a Jorge. 

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Abadía de Tewkesbury

– Cierto. Tampoco tiene ya mucho sentido recordarlos todos. Pero hubo una cosa que Eduardo no podía perdonar.  Como sabrá, en 1471 y en el plazo de pocos días murieron el hijo del rey Enrique VI en la batalla de Tekewsbury y el propio monarca en la Torre de Londres. Eso dejaba descabezada a la casa de Lancaster y nosotros, los York, quedábamos libres para gobernar Inglaterra. Pues bien, nos enteramos de que Jorge había tenido la desfachatez de negociar hasta hacerse elegir como cabeza de los Lancaster. Eso no solo era un desafío a Eduardo, era una traición a su hermano, a su familia, a su rey y a su país. No se podía perdonar.

– Y por eso usted lo ejecutó. Debió ser muy duro, si además de su hermano había sido su mejor amigo. 

El rey se encogió de hombros, mirando al infinito claramente incómodo y musitó: «era un traidor que había cometido un delito de lesa majestad.  Yo solo cumplí con mi deber».

Estaba claro que no iba a decir nada más sobre el tema, así que decidí seguir con mis preguntas.

– Ha mencionado usted a Isabel Woodville. No me negará que Warwick tenía parte de razón al ofuscarse con Eduardo por casarse con ella. 

– Sí y no. Estaba claro que ella iba a ser una fuente de problemas para el reino (y lo sigue siendo) por su egoísmo personal y por su numerosísima familia, a la que colocó en cargos y uniones matrimoniales estratégicas desplazando a muchas familias nobles y levantando ampollas. Pero los que éramos realmente leales al rey lo que hicimos fue darle nuestra opinión y luego apoyarle en todo. Warwick era demasiado orgulloso y le gustaba considerarse una especie de deidad con derecho a decidir quién debía ser el rey. Eso le costó la vida.

– Volvamos a Isabel Woodville y con esto nos acercamos al presente. ¿Fue ella la culpable de que usted actuara como lo hizo cuando murió Eduardo en 1483? Porque habrá quien pueda interpretarlo como una traición al legado y herederos de su hermano.

– Es un cáncer. En su lecho de muerte Eduardo me nombró Regente del reino. Su viuda avisó a su hermano Lord Rivers para que se hiciese con el pequeño Eduardo y corriesen hacia Londres. Pretendía pervertir el testamento de su esposo, coronar a Eduardo y convertirse en su tutora, obviándome. Solo hice lo que debía y lo que mi hermano hubiese querido. Intercepté la comitiva de Rivers que acompañaba a mi sobrino, me hice con su custodia y detuve y ejecuté a todos los implicados en el complot, incluidos el hermano de la reina Lord Rivers y el hijo de su primer matrimonio Tomás Grey. Aunque Isabel era la principal instigadora, como viuda del rey no podía hacer nada contra ella. Además, se acogió a sagrado en Westminster con el resto de sus hijos. Era intocable.

– ¿Y la historia de la declaración como nulo del matrimonio entre Eduardo IV e Isabel Woodville y la consiguiente ilegitimidad de sus hijos que imposibilitó que el joven Eduardo fuera coronado? Esa jugada le puso el trono en bandeja como siguiente en la línea de sucesión. 

Ricardo se detuvo y me miró fijamente. Tenía la misma mirada ardiente que descubrí en él cuando estaba en la iglesia. Casi podría decirse que era la mirada de un fanático.

– Ese matrimonio era nulo a los ojos de Dios. Eduardo ya estaba casado antes de celebrar su unión con Woodville, Quiero mucho a mis sobrinos, especialmente a Eduardo, pero no podía dejar de actuar en conciencia y hacer saber al mundo que esa unión era nula y sus frutos ilegítimos, fueran cuales fueran las consecuencias. Dios está por encima de todos y de todo.

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Catedral de Leicester

Nos estábamos acercando al ayuntamiento. La aguja de la catedral ya era claramente visible. Me quedaba poco tiempo y, aunque tampoco me restaban muchas cuestiones, estas eran muy delicadas. Tomé aire y me dispuse a seguir preguntando.

 

– Hablando de sus sobrinos Eduardo y Ricardo. ¿Sabe usted que nadie los ha visto desde hace meses en la Torre de Londres y que se rumorea que usted los ha hecho desaparecer.

– Eso es cierto. Ya no están en la Torre y los he hecho desaparecer.

– ¿Entonces están muertos?

– Yo no he dicho eso. ¿Cómo iba a hacer daño a los hijos de mi querido hermano Eduardo?. Tal y como están las cosas, en la Torre su vida corre peligro. He hecho que los saquen de allí y están en lugar seguro con gente de confianza. Me permitirá que no le diga dónde ni con quién.

– ¿Pero sabe usted que todos los rumores le señalan como asesino de sus sobrinos?

–  Si estuviesen muertos y yo fuese el responsable, ya me habría ocupado de cargarle la responsabilidad a otro. Cuando en octubre de 1483 Henry Stafford, duque de Buckingham, fue ejecutado por rebelión y traición, pude perfectamente acusarle de la muerte de los chicos. No lo hice simple y llanamente porque no están muertos. Aparecerán en su debido momento.

– Hablemos ahora de ese ejército invasor y de su líder Enrique Tudor. 

– Estamos muy cerca. El choque es inminente. Es la primera vez que ese cobarde da la cara después de años escondido en Francia. Esta batalla será la definitiva. No dejaré que vuelva a huir y a jugar al ratón y al gato. Cuando nos enfrentemos a ellos, yo viviré o moriré como rey.

– ¿Y qué me dice de las tropas de William Stanley? ¿No teme que le traicione? Al fin y al cabo su hermano Thomas es el padrastro de Enrique Tudor, como esposo de Margaret Beaufort, una Lancaster. 

–  Stanley siempre ha sido fiel a la casa de York frente a los Lancaster. Además tengo preso a su hijo. William sabe que si me traiciona su vástago perderá la cabeza antes de que puedan rescatarle.

No quedaba más que decir. Me despedí del rey Ricardo III que se quedó mirando fijamente al edificio que se destacaba al otro lado de la calle: el convento de los franciscanos.

 

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Nota del autor: Ricardo III murió el 22 de agosto de 1485 (dos días después de la ficticia entrevista) en la batalla de Bosworth frente a Enrique Tudor. Fue el último rey de la dinastía Plantagenet y el último rey inglés en morir en el campo de batalla. En Bosworth fue decisiva la decisión de William Stanley de ponerse con sus tropas del lado de Enrique Tudor y contra Ricardo.  Cuando la situación era desesperada al monarca le ofrecieron retirarse, pero dijo que ese día viviría o moriría como rey.

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Durante siglos, especialmente a partir de los escritos de Tomás Moro y William Shakespeare, Ricardo III ha sido el villano oficial de la monarquía inglesa y se le ha considerado responsable de la muerte de sus sobrinos, los príncipes de la Torre de Londres. En los últimos tiempos han surgido movimientos que reivindican su figura y niegan que fuera responsable de la muerte de sus sobrinos o, incluso, que estos fallecieran en la Torre, sosteniendo que sobrevivieron.

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Después de su muerte, el cadáver de Ricardo III estuvo desaparecido durante más de quinientos años. En 2012, una investigación de la universidad de Leicester localizó sus restos en un parking que ocupaba el antiguo solar del convento de los franciscanos de Leicester. En el lugar hay actualmente una exposición sobre el rey y el descubrimiento de sus restos.

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Para saber más:

 

 

 

 

 

 

 

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